Odio esta sensación horrible que
me ha acompañado toda la noche. No es pena, ni es enojo. Es miedo,
intranquilidad, ansiedad. Es esa sensación que no te deja dormir y te hace
pensar toda la noche. Eso que uno siente cuando deja algo súper importante sin
hacer. Esa sensación que tiene uno cuando sabe que la cago (pero que la cago
mal)
No tengo nada pendiente. No tengo
mucho en que pensar (se supone que todo anda bien) y no, no he cagado nada,
creo.
Necesito pastillas para la
ansiedad, necesito 3 cajetillas de cigarros (mínimo), necesito conversar con
alguien.
Mas temprano llamé a A. No hablamos
porque él no estaba en condiciones de hablar, ya estaba casi casi dormido, aun
que últimamente siento que nunca está en condiciones para conversar, al menos no cuando más lo necesito. “Hablamos
mañana” dijo, ajá, seguro. De todas, mañana hablamos, sobretodo porque eso de
comunicarse siempre se da por iniciativa de A. Aja, ni que yo fuera otra
persona, ni que yo estuviera en su categoría de gente a la que es importante
ver porque están depre. Fiasco número 1.
Busqué algo gordo. “Dale gordo,
un puchito en el parque”. Al menos fumé de sus pucho, aunque sea para eso sirvió
la salida. Qué pena que no soy un estúpido Blackberry, así el gordo me hubiera
prestado algo de atención. Ni siquiera se dio cuenta de que no escuchaba lo que
le decía, tampoco le interesó cuando le conté cómo me sentía. Huevón, aprende a
registrar a las personas que tienes al frente y deja de hablar de tu vida.
Fiasco 2.
Hoy todos se pueden ir derechito
a la mierda.
Buenas noches, “amigos”
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